En estos tiempos de crisis se hace notar mucho más la crispación de la población con las fuerzas del poder y los gobernantes, por eso, la acción de robar un radar de tráfico puede ser calificada como un acto de rebeldía en contra de las altas sanciones que nos hacen pagar las autoridades por exceder el límite de velocidad. Pero en este caso el razonamiento más lógico no es el correcto.
En esta ocasión el aparato fue sustraído nada menos que para ser vendido como chatarra habiendo sido despiezado anteriormente y camuflado entre otras piezas. El radar en cuestión había sido dañado por la colisión con una viga que portaba un camión que circulaba por la vía, causándole desperfectos en su sistema de sujeción y causando la inestabilidad del mismo. Esta situación fue aprovechada por un ciudadano que se apoderó del dispositivo valorado en más de 5.000 euros.
Según la Policía Nacional, el autor del robo fue un hombre de 40 años con antecedentes penales por otros robos. La investigación continúa abierta con la intención de determinar si el autor fue ayudado por otras personas para hacerse con él.
Esta situación nos hace plantearnos una duda, ¿Cuánto pensaba este individuo que podía sacar de la venta de las piezas para poder suponer que sería una buena idea realizar el robo? Y con las piezas me refiero a la chapa exterior, que sería lo único utilizable como chatarra.