Por norma general, a todos los amantes del automovilismo nos gusta todo aquello que tenga cuatro ruedas, volante y motor, aunque siempre tendremos una especial predilección hacía una marca por encima de otras. Pero independientemente de cuál sea nuestra marca favorita, si existe en el panorama del motor un fabricante que no deja indiferente a nadie ya sea para bien o para mal es, sin duda, Citroën.
Y es que a la marca de los chevrones se les podrá criticar por muchas cosas, pero lo que no se le puede acusar es de no ser una marca innovadora, ya sea por esos coches que querían adelantarse a su tiempo, o la tecnología que éstos equipaban.
Una prueba de ello es un modelo que tiene el orgullo de cumplir nada más y nada menos que 40 años y que seguramente vino a protagonizar muchos de los sueños de la mayoría de nuestros padres: hablo del Citroën CX.
Diseñado por Robert Opron, responsable de otros diseños conocidos como el Renault Fuego, el Renault 25, el Citroén GS o el Alpine A310, el CX se presentó en el Salón del Automóvil de París de 1974 no sólo como un coche audaz y estilo capaz de dar respuesta a los problemas de la época, sino también como el primer Citroën en equipar un motor diésel en toda su historia. Primeramente, al igual que hizo con el M35 Citroën tenía la idea de equiparlo con motor rotativo, los cuales fueron apartados por una cuestión de costos; en consecuencia, el CX hizo uso de los motores de cuatro cilindros heredados del DS.
Nada más salir al mercado, el CX ya empezó a destacar sobre su competencia gracias a su confort de marcha y su comportamiento en carretera gracias a que incorporaba la ya famosa suspensión hidroneumática con regulación de altura del DS que Citroën registró en el año 1953, y la dirección asistida en función de la velocidad con retorno automático en línea recta que desde 1970 equipaba el Citroën SM, lo cual le llevó a obtener solamente un año después de su lanzamiento los galardones de “Coche del Año en Europa”, el “Premio a la Seguridad” y el “Award Auto Style”, por su estilo innovador.
Pero sus innovaciones no quedaron ahí. El CX ofrecía también una mayor facilidad de uso gracias a elementos como el convertidor de par, denominada C-Matic, que suprimía el pedal del embrague y liberaba el espacio para una mayor soltura. Además, su diseño interior, pensado para proporcionar más comodidad para el conductor, destacaba por un puesto de conducción futurista, que permitía acceder a todos los mandos sin tener que soltar el volante.
Con todo, el CX fue un coche que nunca dejó de evolucionar. Así, en 1975 se lanzó la versión break, en 1977 la apasionante versión GTi con motor 2.4 gasolina de inyección electrónica en 1977, y en 1978 una versión más larga, llamada Prestige, que medía casi 4,91 metros de largo.
Evidentemente, con tal equipamiento y tecnología el CX no era un coche barato en nuestro mercado, ya que en el año 1979 costaba más de un millón de las antiguas pesetas. Empero, las ventas marcharon bien y a principios de los 80 Citroën tuvo que evolucionar a su exitoso buque insignia. En 1983 recibiría el motor diésel turbo que transformaría al CX en el diésel más veloz de Europa, alcanzando una velocidad punta de 195 km/h, y para los más quemados también salía al mercado el GTI Turbo, que con sus 220 km/h de velocidad máxima convertían al CX en una auténtica bala más allá que por su aerodinámico diseño.
No fue hasta el año 1985 cuando Citroën presentó el que se conocería como CX Serie 2, la evolución natural del CX y que era además el primer vehículo francés que equipaba frenos ABS. Sin embargo, este modelo perdió parte que hizo encantador a su predecesor, como la incorporación de paragolpes de plásticos, o una nueva suspensión más dura, por lo que este nuevo modelo no estuvo a la altura de su padre en lo que a nivel de ventas se refiere.
Respecto a por qué Citroën tomó una decisión tan conservadora y desacertada sobre el nuevo CX existen algunos defensores de asociar tal hecho con la unión que Citroën y Peugeot sellaron en el año 1976 y que dio origen al conocido Grupo PSA. Es más, incluso hay quienes sostienen la teoría de que los gastos de producción y lanzamiento del CX fueron los verdaderos culpables de que se produjera dicha alianza.
Con todo, el CX siguió siendo un modelo de reconocido prestigio y reconocimiento, por lo que no era de extrañar ver en la década de los 80 modelos convertidos en ambulancias, variantes de carga con doble eje trasero, o como limusinas de jefes de Estado en su versión alargada.
Y tristemente tenemos que llegar al año 1991, cuando el CX, tras una exitosa vida de 18 años y más de 1,2 millones de vehículos vendidos cede su sitio al que sería su sustituto, el Citroën XM, modelo que no estuvo a la altura de lo que se le exigía.