Aunque puedan parecer términos sinónimos, los matices son lo importante en esto de los seguros. Por tanto, conviene prestar mucha atención a las diferencias entre cada concepto, para que no te lleves sorpresas inesperadas. Porque las compañías aseguradoras, por mucho que traten de hacernos creer en sus spots publicitarios, no son hermanitas de la caridad dispuestas a soltar el dinero alegremente.
Lo primero que se debe hacer en todo lo relacionado con los seguros es acudir a las condiciones específicas de cada póliza. Sin embargo, los tecnicismos que se usan en las mismas –la letra pequeña–, son relativamente oscuros para aquellos que no están familiarizados con esta jerga. Para aclarar algunas dudas conviene que te leas este artículo.
¿Cuándo se aplican estos conceptos?
En caso de que el vehículo haya desaparecido por un robo, o haya quedado inutilizable por un accidente o un incendio, será un perito nombrado por la compañía el responsable de juzgar si el daño está cubierto por la póliza. Él dilucidará si merece la pena la reparación en función de los costes asociados a la intervención. Puede ser que estos sean tan elevados que no compense arreglarlo. Y en ese caso se declararía el coche como siniestro total.
Es importante que comprendas que al contratar un seguro para tu automóvil realmente lo que estamos haciendo es asegurar su valor en el momento de la pérdida. Por eso la compañía tiene que decidir en cada caso si la reparación es pertinente, teniendo en cuenta el valor del vehículo cuando se produjo el siniestro.
Valor de nuevo de un coche asegurado
Para decidir si se repara o no, hay que comparar el precio de la reparación con el valor del automóvil. Y aquí es donde comienzan los problemas, ya que este valor se puede interpretar de varios modos. Uno de ellos sería el valor de un vehículo nuevo. Esto es fácil de entender, ya que se trata del precio que te cobraría un concesionario por un coche nuevo exactamente igual que el accidentado.
Dependiendo de lo que señale la póliza, puede suceder que en ese valor entren los opcionales –con lo que el precio aumenta– o que se tome el precio de base sin extras. Por eso es de vital importancia que a la hora de contratar el seguro se declaren en la póliza todos los extras y opcionales que no vienen de serie. De no hacerlo así es posible que, en caso de un siniestro total, la compañía te proporcione un coche peor que el que has perdido.
Lo habitual es que el valor de nuevo se aplique en vehículos de poca antigüedad. Hay compañías que ofrecen el valor de nuevo los dos primeros años desde la matriculación, mientras que otras llegan hasta los tres años. Respecto a este tema, yo siempre recomiendo tenerlo en cuenta: a veces te puede compensar pagar un poco más para garantizarte que te indemnizarán por el valor de nuevo durante más tiempo.
El valor de reposición
Debido a la obsolescencia programada por los fabricantes y a la gran depreciación aparejada a la misma, existe otro término que suele aplicarse a coches algo más antiguos: el valor de mercado o reposición. Este concepto coincide con lo que costaría en un establecimiento de compraventa un coche de segunda mano de características y antigüedad similares a las del siniestrado (sin contar con los kilómetros). Y como ocurre con el valor de nuevo, en caso de que no consten los extras, la aseguradora no los tendrá en cuenta a la hora de tasar los daños.
Si tu compañía contempla el valor de reposición a la hora de fijar la indemnización, el perito se centrará en el precio de venta que figura en las tablas de Eurotax y de Ganvam. Una cantidad mayor que el valor de compra reflejado en esas mismas bases de datos.
El valor venal
El valor venal es el valor que conseguirías si le vendieses el coche a un profesional de la compraventa. Como hemos visto en el párrafo anterior, las guías de referencia de precios en esto de los vehículos de ocasión incorporan dos precios distintos para cada modelo: uno más bajo es el de compra, que es la cantidad que pagan los compraventas por un automóvil usado; y otro más alto, el de venta, que es el que fijan para venderlo en el mercado de segunda mano. Esta diferencia se sustenta en los costes de reacondicionamiento, transferencia y márgenes del vendedor.
El valor venal es siempre más bajo que el de reposición. Generalmente suele haber una diferencia de un 30% entre ambos. Pero también es cierto que, por cuestiones de política comercial, cada compañía establece unas mejoras respecto al valor venal, que debes analizar a la hora de contratar la póliza.
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A modo de conclusión, me gustaría destacar que aunque todos miramos mucho el precio antes de contratar un seguro, es conveniente que también reflexionemos sobre las coberturas. Puede haber una póliza más barata, pero que solo ofrece un año de valor de nuevo en caso de siniestro total y el valor venal sin mejoras desde el segundo año; frente a otra de una compañía algo más cara pero con valor de nuevo durante tres años y valor venal mejorado un 30% desde el cuarto año.