Cuando empecé a plantearme por primera vez la adquisición de un coche, varios amigos me recomendaron que me lo comprase de Km 0 para que no tuviese que ser yo quién le hiciese el rodaje. El consejo tenía sentido: por aquella época algunos modelos todavía tenían que ser “rodados” durante los primeros kilómetros y yo no estaba capacitado para hacerlo correctamente. Al final me terminé comprando un automóvil de segunda mano, con lo que ese supuesto problema –el del “rodaje” a un vehículo nuevo– se pospuso por espacio de unos cuantos años más.
Hoy en día las tecnologías han evolucionado mucho y parece que eso de “afinar” el motor ya no es tan importante como lo era hace unos años. Sin embargo, que no sea tan fundamental, no implica que nos podamos despreocupar del todo. Por eso vamos a ver este asunto con algo de perspectiva.
Los antiguos motores
Hace 25 años, los procesos industriales no eran tan sofisticados como lo son ahora. Básicamente por razones de costes, los fabricantes de motores preferían dejar algo de holgura en los cilindros para cumplir de paso con unos plazos de entrega que podían dilatarse más de lo razonable. Como los pistones deben estar totalmente ajustados en el interior del cilindro, cuando se llevaba el motor a un régimen muy alto de vueltas –al existir esa pequeña holgura– aumentaba la fricción y se generaba calor. Y si el calor era excesivo, el motor podía llegar a griparse. Por lo tanto, lo más conveniente era que el conductor, hasta que las piezas no se acoplasen entre sí, estuviese siempre pendiente de no alcanzar una determinada temperatura. Y si se llegaba a la temperatura límite, había que parar inmediatamente. Pero el proceso era todavía más complejo.
Recuerdo que en algunos manuales de instrucciones antiguos existía un apartado en el que se explicaba cómo debía realizarse el “afinado” del motor. De lo que se trataba al principio era de no pasar de 80 kilómetros hora en la marcha más larga, para luego ir subiendo un poco hasta 100 por hora. Tras un tiempo rodando a ese límite, se podía incrementar en 20 kilómetros más por hora. Y después se podía ir aumentando la velocidad gradualmente hasta que se completaban los primeros 2.000 o 3.000 kilómetros. De hecho, había modelos que obligaban a cambiar el aceite una vez hecho el rodaje, ya que este se llenaba de desechos metálicos provenientes de la fricción entre el pistón y el cilindro.
Los fabricantes recomendaban este método porque era más efectivo que requerirle a un conductor que no llevase el motor demasiado alto de revoluciones, que se preocupase constantemente de la temperatura y que evitase pendientes y cambios de ritmo. En concreto, el rodaje de un coche nuevo se debía hacer manteniendo el pedal siempre a mínima carga; controlando en todo momento las revoluciones; parando y arrancando en función de la temperatura del motor, en carreteras llanas y con poco tráfico. Vamos: un completo coñazo (eso que he tratado de simplificar el proceso para que lo entienda todo el mundo).
La situación hoy en día
Los procesos de fabricación actuales han mejorado mucho. Ahora el lapeado y el bruñido de las paredes del cilindro es más rápido y más económico, así que las marcas no dejan en manos del propietario el acabado final de sus propulsores. Sin embargo, no todo el mundo se pone de acuerdo respecto a la conveniencia de un “afinado” durante los primeros kilómetros.
En ningún concesionario te dirán que es necesario hacer nada fuera de lo común. Como mucho, te recomendarán que no le des mucha caña al coche hasta que pasen los primeros 5.000 kilómetros. Incluso he escuchado a algún comercial advertir a sus clientes de que no era bueno pasarse de 3.500 revoluciones durante los primeros kilómetros.
A pesar de lo anterior, se estima que un 5% del rendimiento del motor depende exclusivamente del uso que se le de al mismo. Así que lo más razonable sería conducir con algo de moderación durante los primeros 1.500 o 2.000 kilómetros. Durante ese período, habría que evitarle al motor esfuerzos demasiado bruscos como acelerones en frío o recorridos muy cortos en los que haya que apagar el contacto antes de haber alcanzado la temperatura de servicio. Además, también puede ser conveniente jugar más de lo habitual con el cambio, aumentando las retenciones del motor a base de reducciones. Pero no es necesario obsesionarse, ya que hoy en día las piezas más importantes del motor vienen mejor ajustadas de fábrica que antes.
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Si te resulta más fácil, haz caso de la siguiente recomendación: a un motor diésel no le pases de 3.000 revoluciones por minuto; y a uno de gasolina, de 4.500 vueltas. Cuándo has estrenado coche, ¿has seguido alguna rutina de “rodaje” durante los primeros kilómetros? ¿Te ha dado resultado?
Ya uno de los consejos de rodaje más curiosos que he visto ha sido uno de los que figura en el manual del Seat Altea de mi padre, que recomendaba “frenar de forma contundente durante los primeros 500 Km para eliminar la capa de protección de los discos”. Nunca lo había visto y se me ha quedado grabado…
Un saludo.
Fíjate, Agustín, que muchos coches nuevos que han estado algo de tiempo parados en una campa o en la exposición de un concesionario suelen tener los discos de freno oxidados. Y lo que hay que hacer para que se quite ese óxido es frenar fuerte para que las pastillas de freno los limpien.