Es curioso que pese a ser uno de los elementos fundamentales para la seguridad en nuestro automóvil, los amortiguadores no reciben la atención necesaria por parte de los conductores en muchas ocasiones.
Neumáticos, frenos… Hay otros componentes de seguridad que son revisados con frecuencia, pero no sucede así con los amortiguadores. No obstante su función es mantener el vehículo estable en la carretera y conseguir que el neumático no se despegue del suelo.
Para que te hagas una idea del duro trabajo de este elemento de nuestro vehículo debes saber que un amortiguador se comprime hasta 7.000 veces por minuto durante la conducción. Obviamente esto se traduce en un desgaste de este componente con el paso de los años y los kilómetros y, como un neumático o una pastilla de freno, su sustitución es fundamental para garantizar la seguridad.
Ahora bien, ¿cada cuánto tiempo es necesario sustituir los amortiguadores? En primer lugar hay que dejar claro que, al igual que cualquier otro componente de nuestro coche, su desgaste dependerá del uso dado al vehículo. No es lo mismo realizar una conducción relajada por carreteras en buen estado que ser agresivos al volante y circular habitualmente por vías bacheadas. En este último caso el desgaste de los amortiguadores será mucho más prematuro.
Conocido este dato e independientemente del tipo de conducción, debemos revisar el estado de los amortiguadores cada 20.000 kilómetros o cada uno o dos años. A continuación te daremos una serie de indicadores que pueden alertar de un mal estado de los amortiguadores, aunque lo ideal es acudir a un taller de confianza para que comprueben su estado.
¡Ojo! El hecho de superar con éxito la Inspección Técnica de Vehículos (ITV) no significa que nuestros amortiguadores se encuentren en óptimas condiciones.
Las señales de unos amortiguadores en mal estado
Estos son los síntomas de un mal trabajo de los amortiguadores y de una más que probable sustitución necesaria para garantizar la seguridad:
– Si al pasar por algún bache o irregularidad de la carretera notamos que el vehículo cabecea más de lo normal y rebota varias veces.
– Si al realizar una frenada de emergencia el morro se inclina hacia adelante de forma acusada.
– Percibir ruidos extraños al circular por algún bache o badén.
– Observar un desgaste irregular de los neumáticos.
– Percibir visualmente fugas de aceite.