Parece que la colonización está prácticamente completada. Llega el Día de Todos los Santos y en las casas de cualquier ciudad española –decoradas con telarañas y calabazas que esbozan sonrisas diabólicas– ya no se recita el Don Juan Tenorio de Zorrilla, ni se comen buñuelos ni huesos de santo. Los niños españoles, al igual que los de Maine, los de Wisconsin o los de Massachussets, disfrazados de monstruos o espectros, piden caramelos por la calle entonando el “truco o trato” para celebrar esta festividad que los anglosajones denominan Halloween.
En Freno Motor no queremos oponernos al devenir de los tiempos. Así que si los españoles quieren parecer americanos, nosotros no se lo impediremos. Por eso en este fin de semana de Halloween vamos a escribir sobre historias de terror. Pero como este blog es de coches, el requisito que nos hemos impuesto es que estos relatos tengan que ver con el mundo del motor.
Perros negros espectrales que persiguen a los coches
La memoria popular ubica esta leyenda en una carretera de montaña. Según la misma, un conductor viajaba solo por una zona con muchas curvas. Repentinamente, ante sus ojos, un banco de niebla muy espeso se formó reduciéndole notablemente la visibilidad. Entonces, como salido de la nada, apareció un gran perro negro en mitad de la calzada que le obligó al conductor a esquivarlo. La maniobra fue tan brusca que a punto estuvo de perder el control de su automóvil y de caer por un barranco.
Con el susto en el cuerpo, el conductor continuó el viaje extremando más si cabe la precaución, ya que la niebla apenas le permitía ver solo lo que tenía delante de sus ojos. Las curvas se iban sucediendo una tras otra, hasta que, en un momento dado, el motor se paró de golpe con lo que tuvo que apartarse al arcén. Mientras hacía esfuerzos por arrancar el vehículo, sintió que un bulto aparecía por detrás: allí estaba de nuevo el perro negro que casi le provoca un accidente, plantado en mitad de la carretera.
En ese instante, totalmente aterrado, el coche volvió a arrancar y el conductor salió de allí a toda velocidad. Sin embargo, diez kilómetros después, el motor inexplicablemente se detuvo de nuevo. Su angustia era terrible y no quería mirar por el espejo retrovisor ya que sabía que en cualquier momento aparecería el perro espectral. Percibió que algo se acercaba por detrás. Al volverse, se encontró de nuevo al aterrador can, que le observaba fijamente, mientras que el coche, como por arte de magia, se ponía en funcionamiento inexplicablemente.
Aquello se produjo en un par de ocasiones más durante la travesía por aquella carretera de montaña, con el consecuente ataque de pánico por parte del conductor. Todo acabó cuando la niebla se disipó y se quedó una noche clara, llena de estrellas, con una gran luna llena que bañaba con una luz tenue hasta el último detalle. Por más que buscó a aquel perro fantasmagórico por el retrovisor, no volvió a verlo más.
La chica de la curva
Una de las leyendas urbanas más repetidas y conocidas por todos es la de la chica de la curva. De hecho, está tan grabada en el imaginario popular que algunos estudiosos han encontrado testimonios de sucesos similares incluso en la Edad Media, cambiando los automóviles por coches de caballos o por carros de bueyes.
Excepto por algunos detalles, las versiones casi siempre coinciden en relatarnos el caso de algún conductor que se cruza con una joven haciendo autoestop. Como la noche es desapacible, y la muchacha va muy desabrigada, todo el mundo se compadece de ella deteniendo su coche. Lo habitual es que ella se monte en el asiento trasero.
Todos los que aseguran haber vivido un suceso semejante, coinciden en que la chica apenas habla durante el trayecto. Junto a su silencio, lo que más destacan todos de ella es su mirada perdida, con una expresión ausente, enigmática. Aunque nadie sería capaz de describirla con detalle, todo el mundo recuerda que su rostro desprendía un halo de beatitud, que hacía confiar en ella.
La tradición continúa explicando que su silencio solo se rompe en el momento antes de tomar una curva muy cerrada. Es entonces cuando ella advierte al conductor de que tenga cuidado con esa curva, porque “ahí me maté yo”. Al escuchar aquello, el conmocionado conductor se vuelve para observar perplejo que el asiento en el que iba sentada la autoestopista está vacío.
Los coches embrujados
Cuando la conducción autónoma de un coche sin piloto no era más que una quimera propia de la ciencia ficción, las leyendas sobre coches que conducían solos afloraban de vez en cuando. Es evidente que los avances tecnológicos terminarán por arrumbar este tipo de historias terror a la categoría de mitos olvidados, pero no está de más que recordemos aquí algún caso de automóvil embrujado.
Estoy convencido de que cualquier aficionado al mundo del motor habrá leído la novela de Stephen King titulada Christine. Y si no es así, al menos habrá visto su adaptación al cine, realizada por John Carpenter en 1983. Por eso a todos los lectores les sonará la historia de un viejo Plymouth Fury que termina adquiriendo una personalidad diabólica que domina a su propietario. Pues según parece, la historia está basada en sucesos reales.
En 1978, una agente de policía de Illinois, Estados Unidos, comprobó que un vehículo estacionado en un aparcamiento tenía las luces encendidas. Pensó que si el propietario se había dejado el automóvil abierto, ella misma podría apagarlas. Pero en el momento en el que lo tocó, el coche arrancó y se dirigió a la salida del parking. Una patrulla de la policía comenzó a perseguir por el pueblo de Bloomington al vehículo sin conductor, hasta que este se estrelló contra un camión. El coche fue analizado por unos expertos y nunca hallaron la explicación a aquel suceso. Lo más asombroso fue que nadie fue capaz de apagar las luces hasta que no desconectaron la batería.
Los coches malditos
A diferencia de los coches embrujados, los coches malditos son vehículos reales que se han visto envueltos en sucesos macabros, generalmente de carácter luctuoso. Los más crédulos han llegado a asegurar que se trata de automóviles que han atraído siempre la mala suerte sobre sus ocupantes, que se volvían contra ellos para causarles daño o para sembrar de muerte y destrucción todo lo que tocan.
El más famoso de este tipo coches es el Little Bastard de James Dean. El actor tan solo llevaba una semana disfrutando del Porsche 550 Spyder con el que perdió la vida. Pero algo trágico se escondía en él, ya que el propio Dean lo apodó como Pequeño Bastardo. Y no solo eso: unos días antes de su accidente mortal, se encontró con Alec Guinness en el Villa Capri de Hollywood. Cuando vio el vehículo que se acababa de comprar, sintió un escalofrío y le dijo que ese Porsche le terminaría matando.
Tras el accidente de James Dean, los restos del coche fueron trasladados a un taller de Chicago donde sería despiezado. Al descargarlo del camión, se soltó una cuerda y aplastó a uno de los operarios. Para aprovechar las piezas, el motor se instaló en un Porsche de carreras y la caja de cambios en otro. Y la mala suerte (o la maldición) quiso que ambos vehículos se estrellasen uno contra otro en el transcurso de una competición. Las ruedas también se reutilizaron en otro deportivo que corrió la misma suerte, al accidentarse por culpa de un reventón.
Otros coches muy famosos por su mala sombra podrían ser el Gräf und Stift Doble Phaeton en el que fue asesinado el archiduque Francisco Fernando de Habsburgo; el Buick Electra en el que falleció Jane Mansfield; o el Bugatti Type 57 Tank en el que murió Jean Bugatti, tras un sueño premonitorio de su padre.
El coche sin conductor en medio de la tormenta
Se cuenta que a un hombre se le rompió el coche en mitad de la noche. Como nadie pasaba para ayudarle y en aquella zona no había cobertura, emprendió a pie la marcha por el arcén en dirección al pueblo más cercano. Pero nada más empezar a andar, se desató una terrible tormenta con gran aparato eléctrico y truenos. En medio del aguacero, vio aparecer a un automóvil que discurría muy lentamente y sin luces. El hombre optó por montarse en el asiento trasero, al haberse detenido el vehículo junto a él a esa altura.
El pelo mojado le tapaba la cara y casi no veía nada. Apenas se había acomodado, mientras se estaba secando la cara, notó que el coche reanudaba su lenta marcha, sin que se escuchase el sonido del motor. Entonces, observó atemorizado que no había nadie en el habitáculo. ¡Aquel automóvil estaba andando solo, sin que nadie lo condujese!. Y lo peor era que a pocos metros se aproximaba una curva.
Cuando parecía que se saldría de la carretera, desde el exterior, por la ventanilla del conductor, apareció una mano delgada y huesuda que cogió el volante para rectificar la dirección. Todo ello acompañado de gemidos que se confundían con el sonido de la fuerte lluvia golpeando el parabrisas y el techo de aquel siniestro coche. Pero su estado de terror aumentó todavía más cuando empezó a oír, junto a los gemidos y jadeos, frases incoherentes que no terminaba de entender, e imprecaciones que parecían dirigirse a él.
Cerró los ojos, se colocó en el asiento trasero en posición fetal, y comenzó a rezar porque estaba seguro de que aquel coche estaba poseído por algún espíritu maligno y blasfemo. Y todavía se puso más nervioso cuando, esta vez sí, entendió que aquella voz macabra le decía a él:
“¿Por qué te escondes? ¿No vas a ayudarnos?”
Parecían almas en pena que se lamentaban de su estado las que se habian apoderado de aquel vehículo. El hombre estaba paralizado por el miedo. Tan solo quería bajarse del coche y salir corriendo. Estaba tan aterrado, que de su garganta salió una súplica: “Por favor, no me hagas nada”. En ese momento, el automóvil se detuvo y pudo escucharse una voz potente y clara que le replicaba:
“¡Que no te hagamos nada, cabrón! ¡Sal aquí fuera y ponte a empujar el coche como hemos hecho los demás, sin vergüenza!”.
¡Muy buena recopilación!
Lo cierto es que no estaría mal que Íker Jiménez tomara nota para hacer un especial de su programa.
En cuanto a coches malditos, también existe uno, aunque sea en el mundo de la animación. Se trata del denominado “Devil Z” (Z maldito) de la serie anime Wangan Midnight. Se trata de un Nissan Fairlady Z S30 cuyos dueños anteriores tienen algo en común: todos acabaron falleciendo tras tener un accidente con él.