En mayor o menor medida todos los tenemos, todos los hemos sufrido, y todos hemos admitimos que son complicados de controlar. Cuando estamos bajo sus efectos notamos como nuestro corazón late aceleradamente, solemos realizar mal lo que estemos haciendo, y casi siempre tenemos peor humor que Vladimir Putin cenando en un McDonald´s: son los conocidos nervios.
Cuando conducimos ocurre exactamente igual y muchas veces ignoramos que conducir bajo los efectos de algunas emociones como la ira, el estrés o incluso la euforia puede ser tan peligroso como hacerlo bajo los efectos del alcohol o de ciertas drogas. Ello es debido a que nuestra capacidad de atención y de actuación se ven influenciado por nuestro estado emocional, por lo que saber controlar dicho estado resulta vital si queremos incrementar la seguridad en nuestro trayecto.
De sabido es que la mayoría de los accidentes de tráfico no son fortuitos, sino provocados por fallos humanos. Errores que en muchas ocasiones son predecibles y evitables si no dejamos que las emociones nos dominen y si sabemos interpretar correctamente las “señales” que con su forma de conducir nos transmiten el resto de conductores.
Dominar estas situaciones es lo que se propone lo que desde a principios de década ha venido a denominarse como conducción Zen, o Zen Driving.
¿Qué es la conducción Zen?
La conducción Zen es una forma de ser, una forma de conducir que ayuda a entender las acciones de los demás, a identificar el estado emocional de cada uno y que permite tomar siempre la decisión más inteligente. Un conjunto de técnicas de autoconocimiento y de manejo del vehículo que permiten mantener el nivel de activación y de atención adecuado en la conducción.
Un conductor tranquilo se percata más fácilmente de lo que ocurre a su alrededor, por lo que siempre tiene más posibilidades de salir bien parado ante cualquier imprevisto. Como he dicho antes, si aprendemos a interpretar bien los síntomas que otros conductores reflejan con su conducción, sabremos si son peligrosos, o no. Seguro que en más de una ocasión has visto algún coche que da excesivos volantazos para no salirse, o que tiene dificultades para mantenerse dentro del carril, por lo que has guardado las distancias para prevenir. Lo normal es que ese conductor esté distraído con su móvil, charlando acaloradamente con su acompañante o esté pensando en otras cosas, siempre y cuando no esté borracho y/o drogado.
En realidad se trata de aplicar las teorías del Zen, una tendencia budista que todavía seguimos viendo como algo exótico que busca la fusión con el universo sintiéndonos parte de él. De modo que si tenemos en cuenta que cuando vamos al volante la carretera se convierte en un lugar en donde estamos en continua y constante simbiosis con los demás conductores para convivir pacíficamente de acuerdo con unas normas, no resulta tan descabellado aplicar la filosofía Zen a la conducción.
¿Cómo puedes llevarla a cabo?
Independientemente del vehículo que tengamos, cuando conducimos tanto la parte física como la parte mental de nosotros se encuentra involucrada en dicha acción. Pues bien, la conducción Zen tiene por objetivo el que podamos controlar la parte mental, y con ello la emocional, cuando conducimos. En otras palabras, aprender a mantenerse relajado cuando estamos al volante, y especialmente si estamos influenciados por el estrés que puedan provocarnos nuestro hábito cotidiano o alguna situación del tráfico. Con ello, conseguiremos no sólo reducir los riesgos de sufrir un accidente, sino también que el conducir se convierta en una actividad agradable.
Para conseguirlo, no es necesario ser ningún Dalai Lama, ni disfrazarte de monje tibetano, ni estar meditando durante años hasta alcanzar el nirvana, sino que si conseguimos convertir en hábitos unos simples pasos notaremos la diferencia del antes y el después cuando estemos al volante:
Al igual que es importante un lugar agradable a la hora de meditar, también es importante que el interior de nuestro vehículo sea un lugar donde apetezca estar. Parece una tontería, pero mantener el coche limpio exterior e interiormente ayuda mucho, y no dudes en poner un ambientador si su olor te agrada.
Una vez estés sentado, encuentra una postura cómoda para conducir y evita todo aquello que te pueda distraer, como el teléfono móvil o el GPS en aquellos casos que no te haga falta usarlo.
Muy importante también es el tema de la temperatura; procura ir con las ventanillas cerradas para que el ruido exterior no te moleste y usa el sistema de climatización de tu vehículo para obtener el ambiente que sea más agradable para ti.
Está demostrado que la música influye en nuestro estado anímico. En vez de escuchar la radio, procura hacerte una lista musical dividiendo los temas por géneros emocionales: música que te alegre cuando te sientas triste, música que te relaje si te notas nervioso, música que te despierte si te encuentras adormecido, etc. Piensa que se trata de buscar un equilibrio.
Mentalízate sobre lo que te espera. Si sabes vas a circular por ciudad no imagines que llegarás a tu destino como si hubieras ido flotando en una nube: semáforos en rojo, rotondas donde gobierna la anarquía, o coches que se pegan demasiado pondrán a prueba tu paciencia. No dejes que ese infernal mundo atraviese la cabina de tu coche para contagiarte, de modo que cuando notes que eso ocurre aprovecha para respirar profundamente y seguir fluyendo como el agua entre el tráfico. Y si eres objeto de un insulto o ira por parte de otro conductor, piensa que lo que más fastidia a quién lo hace es la indiferencia, así que haz caso omiso y finge no haber oído ni visto nada.
Cuando estés en un atasco el reloj es tu peor enemigo, y recuerda que una quimera eso de que si vas cambiándote de carril cada dos por tres llegarás antes. Todos necesitamos tiempo, de modo que aprovecha éste para organizarte mentalmente o pensar en cosas agradables.
- En carretera el tráfico es más fluido que en ciudad, de modo que es un lugar apropiado para ir a una velocidad constante y dejarte sentir por el momento. Piensa sólo en disfrutar de la conducción.
Qué ganaremos aplicándola
Si conseguimos que estos pasos se conviertan en un auténtico hábito, poco a poco iremos notando cómo nuestras facultades al volante se multiplican y ya no estaremos tan desprevenidos ante una situación del tráfico que implique una reacción rápida. Instintivamente nos volveremos más precavidos. Nuestra mirada se volverá más panorámica y no nos limitaremos sólo a lo que ocurre delante de nuestro vehículo, miraremos con más frecuencia los retrovisores, y sabremos anticiparnos ante una posible situación de peligro porque sabremos leer mejor el estado anímico que los otros conductores proyectan con su coche.
Hay un dicho que dice que la amabilidad se contagia, y al volante también puede ser posible, aunque la realidad sea bien distinta. Solemos interpretar la cabina de nuestro coche como un escudo protector en el que podemos ser todo lo irascible que queramos. Sin embargo, entre todos tenemos la posibilidad de hacer que esto cambie si vemos la actividad de conducir como un momento perfecto para olvidarnos de nuestros problemas en vez de ser una vía para expulsarlos. Para eso ya está el fútbol.