Las limusinas siempre han sido la máxima ostentación llevada al asfalto en forma de coche. Sus enormes dimensiones no las hacen aptas para circular por cualquier sitio, y su precio no las pone al alcance nada más que de grandes millonarios o de políticos de alto nivel.
Como bien sabes, en su mayoría se tratan de coches normales, casi siempre berlinas de representación, a los que un carrocero corta por la mitad, y les empalma un tubo que sigue las líneas de la carrocería originales, creando una distancia entre ejes de varios metros extra respecto al coche original.
Precisamente porque estos coches no han sido diseñados con esto en mente, en caso de accidente una limusina se convierte en un auténtico ataúd con ruedas. Si a esto le sumamos que en la mayoría de ocasiones los ocupantes no llevan abrochado el cinturón de seguridad, las consecuencias pueden ser aún peores.
En Fifth Gear podemos ver cómo se comporta una antigua limusina Lincoln en un clásico crash test a 80 km/h contra una pared de hormigón indeformable. La catástrofe está asegurada, pues como podemos ver, la estructura tubular que se ha añadido al coche no se ha diseñado con estructuras de deformación controlada.
Esto se traduce en que todo el peso de la deceleración tras la colisión se lo lleva todo el morro del coche, el cual queda totalmente aplastado contra el muro. El chófer se habría quedado hecho una estampa contra el asiento, con una muerte inmediata, y los ocupantes traseros más de lo mismo, por no llevar el cinturón de seguridad. En este caso salen violentamente despedidos hacia adelante, y se mezclan entre los distintos elementos interiores del coche, los cuales no han sido diseñados con la seguridad en mente, como las pantallas de televisión o las puntiagudas puertas de la nevera.