El Ferrari F40 es todo un icono en el mundo de automovilismo y más en particular, para todo el que es un seguidor afín de la marca del cavallino rampante. Entre otras muchas características, fue el último modelo en el que el mismísimo Enzo Ferrari participó en su diseño y producción. Este simple hecho debería servir para que el coche adquirirse una alta cotización desde el mismo momento en el que se puso a la venta allá por los años ochenta. El hecho de que alguna que otra unidad se quedase por el camino no ha sido determinante para subir el precio en una puja, simplemente el nombre y lo que simboliza le ha valido el respeto de todo coleccionista.
Es cierto que día a día no para de crecer el precio pagado por vehículos históricos de relieve pero realmente, ¿qué es lo más valorado a la hora de hacerse con un clásico de altos vuelos? El caso que se ha destapado en el día de hoy podría servir para explicar la importancia de mantener un estándar básico en un coche de estas características. El mundo de las subastas es muy caprichoso y por tanto, sería conveniente que las piezas de colección se mantuviese en su estado original y por supuesto, deberían respetar la línea original si lo que se quiere es obtener una buena suma de dinero. Pero, ¿qué tiene esto que ver con el Ferrari F40?
La historia del Ferrari F40 y su actual cotización
Entre las 1.311 unidades que se fabricaron en los cinco años en los que estuvo en producción, hay solamente una diferente al resto. El modo de fabricación, por tanto, fue muy estricto sin que diese lugar a modificaciones. Pero, ¿qué tuvo esa unidad de especial? Fue un encargo realizado directamente por FJ Connolly, una de las personas que poseía un imperio en el mundo del cuero.
Hasta aquí todo parece normal pero lo curioso de la historia es que entre los clientes de este poderoso empresario estaba la mismísima Ferrari, a quien proveía de este material para el interior de sus vehículos. Como podéis imaginar, quería darle un toque un toque más personal para diferenciarlo del resto de F40’s. Es importante recordar que todos los automóviles de este modelo salieron con la misma configuración, tanto en el interior come en el exterior y, como esperas, en la fábrica de Maranello hicieron una única excepción, el deportivo del señor Connolly. El magnate era un cliente diferente y así es como de demostró.
Obviamente, en la subasta este simple detalle le pasó factura y no pudo alcanzar el mínimo para ser adjudicado a un nuevo poseedor. Este Ferrari puro tiene un alto valor de cotización pero aún así, las pujas no llegaron a los 1,1 millones de dólares por lo que habrá que esperar para ver si en una futura jornada de subastas corre más suerte y algún coleccionista le da menor valor a este aspecto.
—–
Así pues, una cosa está clara. A la hora de pujar es necesario informarse muy bien de qué es lo que uno está comprando, ya sea para hacer uso de él o para revenderlos en el futuro. Pequeños aspectos pueden convertir lo que parecía un producto con altas posibilidades de generar beneficios en uno pagado por mayor importe que lo que realmente vale.