Siempre se ha dicho que el mundo del motor es un universo de hombres, se ven pocas mujeres aficionadas al motor, las pocas que se pueden encontrar terminan acusadas de ‘machorros’, las federaciones no las apoyan como ha ocurrido con Sandra Gómez, que se proclamó Campeona del Mundo de SuperEnduro pero la federación de motociclismo no ha querido pagarla por ser mujer (dijeron que no se pagaba a las mujeres) o también se puede ver como patrocinadores, marcas y equipos apenas confían en ellas, ni económica ni laboralmente. Todo lo que tenga que ver con el motor es cosa de hombres, ¿verdad?
Parece mentira que en pleno Siglo XXI sigamos con una mente tan retrograda y que ni siquiera nos molestemos en mirar hacia atrás en el tiempo y ver, que la mujer y el automóvil siempre han ido de la mano. ¿Sabíais que el primer viaje en coche lo realizó una mujer? ¿O que fue otra la que inventó el limpiaparabrisas? Son pequeño ejemplos que demuestran que la mujer ha influido en el automóvil y además, también nos sirve como entradilla para lo que vamos a tratar a continuación demostrando, nuevamente, que quien dice que el mundo del motor es sólo para hombres está completamente equivocado.
Con la intención de seguir tratando el tema de la mujer y el automóvil en otros artículos, la elegida en esta ocasión para ser nuestra protagonista es Florence Lawrence, la desconocida inventora del intermitente y de las luces de freno, una canadiense nacida en 1886 cuya madre, actriz de teatro, le hizo vivir de cerca el mundo de la interpretación. Tanto, que cuando falleció su padre teniendo ella 12 años, se unió a la compañía de teatro de su madre. Una compañía que se disolvió bastante pronto mudándose a Nueva York en 1906.
Florence Annie Bridgwood, nombre auténtico de nuestra protagonista, era la pequeña de tres hermanos hijos de George Bridgwood, un constructor de carros de origen inglés y Charlotte Bridgwood, una conocida actriz como ya se ha comentado y directora de la ‘Lawrence Dramatic Company’, apellido artístico que adoptó la propia Florence, quien debutó con sólo 3 años en el escenario y llegó a participar en una película en 1906, mismo año de su llegada a Nueva york. Se casó con el actor Harry Solter y debido a su fama y a que los fans reclamaban saber su nombre, recibió el apodo de ‘The Biograph Girl’, pues en aquel entonces no se ponían los nombres de los actores en los títulos de crédito.
Al matrimonio le iba especialmente bien y se permitieron el lujo de crear la ‘Independent Moving Pictures of América’ en 1909, cuando el nombre de Florence ya se había hecho público convirtiéndose en la primera gran estrella del cine, evidentemente, cine mudo, con un sueldo que era todo un escándalo para esa época. Pero como suele pasar, en lo profesional era todo glorias, pero no así en lo personal, con un matrimonio que empezó a irse a pique y a pesar de intentar dejar los escenarios, Florence volvió a actuar sufriendo un accidente que la dejó con secuelas físicas y psíquicas, que provocaron que culpara a su marido de ello y finalmente, se separara de él.
Una historia interesante de la primera superestrella del cine en la historia, pero al fin y al cabo, poco tiene que ver con los coches. ¿A qué viene toda esta historia? ¿Que tendrá que ver esta mujer con los intermitentes y las luces de freno? Pues para empezar, para saber de donde viene nuestra heroína y poder hilar más la historia hasta que llegaron los coches a partir de 1921, cuando contrajo matrimonio con Charles Byme, un vendedor de automóviles con el que convivió 10 años. Al parecer, Florence era una amante del automóvil, estaba completamente ‘contagiada del virus’ que todos tenemos y como era rica y famosa, se dedicó a coleccionar coches, siendo por tanto, uno de los primeros coleccionistas de coches. Dichos coches, vehículos que llevaban evolucionando desde 1886, fecha en la que se patentó el considerado primer coche de la historia y precisamente, el mismo año en el que nació Florence, todavía no era como ahora. Y no nos referimos a su estética o técnica, sino a otras muchas cosas como su forma de fabricarse o la manera de conducirse, pues los mandos estandarizados no se había establecido todavía. El caso es que Florence disfrutaba conduciendo sus coches y como aficionada que era, siempre tenía alguna idea para mejorar o modificar sus coches y una de esas ideas resultó ser tan buena, que hoy seguimos usándola.
Hablamos lógicamente de los intermitentes y de las luces de freno, aunque realmente ninguno de los dos dispositivos empleaban luz eléctrica. En realidad eran unos artilugios que se basaban en unas palanquitas montadas en el paragolpes trasero y que al apretar un determinado botón, desplegaba un brazo para indicar la dirección a la que iba a dirigirse el coche. Con los frenos pasaba algo similar, pero en lugar de un pequeño brazo, al pisar el freno lo que aparecia era un cartel con la señal de ‘stop’ informando al que venía detrás de la intención de detenerse. Sólo tuvo un pequeño fallo y fue no registrar la patente de sus inventos, así que los fabricantes comenzaron a montar en sus coches estos sistemas totalmente ‘gratis’ y fueron desarrollando la idea sin tener que abonar dinero alguno.
Aunque participó en gran cantidad de películas y pese al éxito que supuso firmar un contrato por 1.000 dólares semanales, incluso habiendo inventado uno de los sistemas de señalización más importantes del automóvil (y que pocos usan), falleció en el olvido y totalmente arruinada tras haberse gastando gran cantidad de dinero en la tumba de su madre, junto a la cual, se sitúa la suya que tuvo una lápida sin nombre hasta 1991, cuando un actor mandó poner una placa que reza: ‘The Biograph Girl, the first movie start’.
Desde ahora, cada vez que accionéis los intermitentes (aquellos que lo hagáis) y cada vez que frenéis o veáis un coche frenar, seguro que os acordaréis de Florencen Lawrence, la primera estrella del cine y la inventora de las luces de freno y de los intermitentes.