El tuning de nuestros padres, así personalizaban sus coches en los años 70 y 80

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Quedada de coches

Por increíble que pueda llegar a parecer, la palabra tuning no es un término que en nuestro país deba asociarse exclusivamente a esa época de bonanza económica en el que cualquier chico joven que adquiriera su primer vehículo, debía modificar al mismo sí o sí, optando por darle un simple toque personal, o bien llegar hasta el punto de gastarse incluso más dinero en elementos de personalización que lo que se gastó en el propio vehículo.

No, el tuning existe desde mucho antes, aunque dicha palabra no se usara por aquel entonces. Porque por difícil que nos sea de asimilar, nuestros padres también fueron jóvenes y también tuvieron su primer vehículo que no fue ajeno al mundo de las personalizaciones.

Eso sí, el tuning de aquella época poco o nada tenía que ver con los kits de carrocería o los equipos de música capaces de dejar sordos a una ciudad entera. En aquellos años los recursos eran más modestos, pero no por ellos dignos de ser recordados. Por eso, te aseguro que si continúas leyendo este artículo te acordarás de alguno de estos elementos que te llamaban la atención cuando eras un niño pequeño y pensabas que tu padre era el mejor conductor del mundo y su coche el más rápido de la ciudad. ¿Te apetece recordarlos?

El pomo de cambio con la concha de mar

Salpicadero del SEAT 131

Antaño, el diseño de los pomos de la palanca de cambios nada tenían que ver con el de los coches actuales. Básicamente, tenían forma circular y estaban totalmente exentos de cualquier adorno metálico o plástico adicional que lo simulara, por lo que resultaban ser bastante sosos y muy convencionales.

Por eso, éste era uno de los primeros elementos que se cambiaba en el interior. Y el diseño que rompía con lo establecido eran esos pomos de cambio con una base de madera o plástico en cuya parte superior se ubicaba una cocha marina cubierta por una superficie transparente que dejaba la concha totalmente visible. Sin duda, una forma barata y sencilla de darle al interior del vehículo un toque de “elegancia” y distinción.

El ambientador de pino

Clásico ambientador de coche

Actualmente podemos elegir entre decenas de fragancias diferentes para darle al interior de nuestro vehículo un ambiente acogedor y agradable cuando nos subimos en él. Son pequeños ambientadores que se colocan en las rejillas de salida del aire que desprenden su fragancia concentrada de forma líquida aprovechando la salida del aire por dichos conductos cuando estamos en movimiento.

Sin embargo, hace décadas el ambientador por antonomasia tenía forma de pino que se colgaba del espejo retrovisor interior, y que tenía el olor tan concentrado que una vez que tu padre lo colgaba el montarse en el coche durante los tres días siguientes podía ser considerado perjudicial para la salud. Por suerte, tu padre solía olvidarse de sustituirlo por uno nuevo hasta que transcurrieran bastantes meses, por lo que se convirtió en un elemento más decorativo que funcional en la mayoría de los casos.

El rabo de conejo y otros adornos

Dados colgando del espejo

Si tenías la fortuna de que tu padre no fuera de ambientadores, no creas que el espejo interior iba a quedarse virgen de adornos, porque tendría todas las papeletas de ser adornado con el típico rabo de conejo, un amuleto que según tu padre rodeaba al vehículo de un aura protectora invisible que os mantendría a salvo de cualquier accidente.

Y si tu madre estaba en contra de tener ese objeto asqueroso dentro del coche, no pasaba nada, porque también estaban los clásicos dados de la suerte o rosario en el caso de los más creyentes. Todo fuera por la seguridad vial.

El vinilo parasol en la zona alta del parabrisas

Renault 5

Aunque también sea un objeto que ha sido típico en el tuning más contemporáneo, los vinilos en la zona alta de la luna delantera fueron muy populares en la década de los 70 y 80 si queríamos darle a nuestro coche un toque deportivo.

Lo habitual era que dichos vinilos estuvieran decorados con el logotipo del taller más conocido de nuestro barrio o haciendo apología de la marca, pero siempre asociado a la más exclusiva deportividad o incluso al mundo de la competición

Los antinieblas delanteros de color amarillo

Renault 11

Para otorgarle un aspecto más agresivo y deportivo al frontal del vehículo, no había nada más efectivo que añadir unas bonitas luces antinieblas de color amarillo. El origen de esta popular moda fue culpa de Renault, que durante varios años, en las versiones más equipadas, dotaba de serie a algunos de sus modelos con este tipo de luces antiniebla, las cuales otorgaban a dichos modelos un aspecto racing sin tener que romper la coherencia estética del coche.

Los faros de rally

SEAT 1430 tuneado

Pero para quienes las luces antiniebla amarillas no era suficiente, había una solución bastante más exagerada y radical. Se trataba de complementar el sistema de iluminación con los clásicos faros circulares que tan populares se hicieron gracias a las etapas nocturnas de los rallies. El número de faros y la ubicación de los mismos quedaba ya al gusto del propietario.

La tapicería de leopardo

Asientos de leopardo

Los más atrevidos en dotar al interior de su vehículo de un aspecto más agresivo no dudaban en cambiar la tapicería original de los asientos por una de corte más agresivo. ¿Y qué hay más agresivo que un voraz depredador felino? Por eso, no era extraño ver coches con tapicerías que simulaban la piel de un leopardo o tigre que, cuando estabas sentado sobre ellos, te hacían imaginar que eras un verdadero leviatán del asfalto.

Los respaldos de bolitas de madera

Cubreasiento de bolas

Tal vez, si te encuentras a un taxista de avanzada edad es posible que puedas verlas, aunque todavía se siguen vendiendo. Aunque estéticamente no favorecían, eran muchos los que se hicieron usuarios de estos peculiares respaldos, sobre todo si debían pasar muchas horas tras el volante.

Su función, además de ser supuestamente terapéutica, era la de evitar que las zonas de las nalgas y la espalda llegaran a sudar mucho por el calor (recordemos que por entonces el aire acondicinado en los vehículos no estaban tan generalizados) al crear una zona transpirable entre el asiento y el cuerpo del conductor.

La tiras rojas en las molduras

Fiesta XR2 de color rojo

Esta era también una de las soluciones más baratas y sencillas que se podían emplear en aquella época para que nuestro coche luciera un aspecto más llamativo. Popularizados por las versiones más vitaminadas (e idolatradas) de ciertos modelos compactos, se trababan de unas simples tiras de color rojo que se pegaban en las molduras de los parachoques delantero y trasero.

Archivado en España, Historia, Personalización, Tuning
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