El Jaguar F-Type es uno de los coches más bonitos del mercado. Lo mires por delante, de lado o por detrás, verás líneas elegantes encerradas en un cuerpo de un deportivo, un superdeportivo si le ponemos el apellido SVR. Ahora bien, ¿Podría, este felino, esconder sus garras con el objetivo de llegar a un mayor público?
Al parecer, esto podría ser así con la llegada del restyle que llegará el año que viene. Según se ha podido saber en varios medios ingleses, se ha podido ver cómo algunas unidades equipaban la motorización de acceso de algunos otros modelos de la compañía. Un 2.0, en variante diésel, habría sido el escogido para estar bajo el capó. ¿Compartes esta idea? ¿Qué futuro podría tener en la línea de producción del deportivo?
Por qué y por qué no debería Jaguar comercializar esta variante
Comenzando por los contras, hay uno que es lógico y que todo petrolhead tiene en la cabeza. Una de las principales características que tiene este modelo es su singular ‘petardeo’ cuando se suelta del pedal del acelerador y se baja de marcha. Es una de las bases de este modelo, acrecentado en las versiones más prestacionales, la R y SVR. ¿Qué sentido puede tener, por tanto, una versión así?
Cualquiera con una afición mínima al mundo del automóvil no podría entender tal decisión. ¿Cómo se puede imaginar pisar el acelerador a fondo, mirar el retrovisor y ver una nube negra dejando tras de sí? ¿Es por ello que compras un F-Type? Todos sabrán que no te has podido permitir el lujo, ni siquiera, de lograr comprar la versión actual de acceso, la 3.0 V6.
Para la marca, dado el gran número de ingenuos, será positivo. Seguro que se venden como churros, rebajándose a segmentos en los que jamás tendría cabida un modelo de estas características y que llega a costar hasta 120.000 euros en el acceso de la gama superior.
¿Comprar un modelo así y elegir la versión para ahorrar combustible? Por mucho que se le dé vueltas aún no se sabrán los verdaderos motivos racionales para la compra de una versión que debería estar prohibida en un coche de estas características. Tanta personalidad tirada por el suelo en tan solo una simple decisión, ¿no es demasiado cruel?
Es cierto que los números son los que mandan a final de año y los objetivos deben cumplirse. El motor 2.0 diésel es muy socorrido en estas situaciones y habría más de un insensato que se lanzaría a la piscina sin saber qué es lo que verdaderamente está comprando. ¿15.000, 20.000 euros más barato que el mínimo que piden actualmente? Aún así superaría los 50.000 euros, una suma nada despreciable teniendo en cuenta la oferta que hay en el mercado.
¿Merecería la pena? Está claro que el beneficio de una y otra postura está muy separado. Mientras que la compañía podría aprovechar el tirón de una de las mejores carrocerías del mercado, el número de clientes capaces de pagar algo así por un diésel no pararía de crecer, y es que el caramelo de contar con la viva imagen del diseño de un F-Type es demasiado tentadora.