El Land Rover Defender se podría considerar junto al Mercedes Clase G el todoterreno más puro y auténtico de la historia. Ambos comparten que su diseño ha permanecido inalterado durante varias décadas y siguen siendo tan buenos como siempre haciendo lo que mejor se les da: moverse por los terrenos más complicados que te puedas imaginar.
Por eso, la gente que tiene un Defender no está mal vista como aquellos que montan sobre los SUVebordillos. Basicamente porque el que se compra un auténtico todoterreno es porque le gusta irse al monte y meterlo por los sitios más difíciles, donde un todocamino sería incapaz de rodar.
El Defender no es un coche ecológico, sobretodo si es de los modelos más antiguos que llevan motores diesel de la vieja escuela, auténticos tractores que dejan nubes de humo negro por donde pasan, cual calamar. Esta es la imagen que se ha creado durante años de este coche de Land Rover. Su aplastante simpleza, la promesa de llevarte a cualquier sitio, su característico diseño, y el hecho de que son utilizados para lo que han sido diseñados, lo convierten en un icono de los todoterrenos.
Ahora que Land Rover quiere eliminar este mítico modelo de su escaparate en vistas al futuro, es posible que acabe en manos de un fabricante privado que siga con su ensamblaje y comercialización, porque seguro que su demanda no se reduce. Es verdad que el Discovery o el Range Rover son tan capaces o más que su abuelo, pero carecen de su encanto y de la posibilidad de ser reparados hasta con un chicle.
Pero desde luego, si hay una manera de entender por qué el Defender es un buen coche y es atractivo, nada mejor que un orgulloso dueño que lo cuente en vídeo, como el que tenéis arriba. Se trata de James Clark, en Reino Unido, con una unidad de 1987.