Aprovechando la presentación oficial del nuevo Renault Espace, analizado hace apenas un par de días, recordamos un prototipo clásico que todo buen petrolhead lleva en la cabeza. Se trata de una idea simple, un F1 dentro de un cuerpo de monovolumen. ¿Quién dijo locura?
Esta idea fue recogida en 1994 por Matra y Renault Sport con el objetivo de dar vida al homenaje del décimo aniversario de su colaboración en competición. A ello se sumó el equipo Williams, que venía de cosechar, de la mano de Alain Prost, el título mundial de F1 de 1993. El piloto francés también se unió a este proyecto, prestando su conocimiento, y como no, su imagen. Con estos actores principales sólo se podía esperar un vehículo rompedor. Y así fue.
A primera vista vemos un vehículo musculado para incrementar el ancho de vías del vehículo, llegando la anchura total hasta los 2,05 m. Con ello también se lograba dar cabida a los neumáticos slick (27/65X18” y 36/71X18” del eje delantero y trasero respectivamente) necesarios para canalizar la potencia del motor F1 instalado en posición central. Se trataba del RS05 de Renault, un propulsor de 3,5 litros de arquitectura V10, que según los datos de Renault proporcionaba 820 cv. Esta cifra de potencia lo catapultaba hasta los 200 km/h desde parado en 6,9 s, para alcanzar una velocidad punta de más de 300 km/h. En conjunción con un equipo de frenos carbocerámicos, era capaz de alcanzar los 270 km/h desde parado y volver a detenerse completamente en menos de 600 m. La posición del motor, centrada en el vehículo, ofrecía una estampa digna de mención, y es que las plazas posteriores de las 4 con las que contaba la Espace estaban posicionadas a ambos lados del corazón de la máquina. Simplemente genial.
El chasis contaba con una estructura en fibra de carbono, asemejando aún más su parentesco con un monoplaza de F1, reforzado por un esquema de suspensiones propio de un monoplaza (la suspensión delantera contaba con doble brazo superpuesto con tirantes pull rod, mientras que la trasera disponía de doble brazo superpuesto con tirantes push rod). La transmisión procedía también del Williams de 1993, y contaba con una caja de cambios secuencial de 6 relaciones accionadas a través de pulsadores en el volante. Otro guiño de Renault a su modelo comercial, ya que la dirección era accionada mediante un volante de dimensiones similares a las de la Espace convencional. Choca, y mucho, ver maniobrar en las curvas este vehículo como si de un enorme monovolumen se tratase. Lo es, ¿Acaso lo habíamos olvidado?
Tal y como podemos apreciar en el vídeo, no se trataba de un vehículo afinado para extraer todo su potencial, sino de un instrumento publicitario y de celebración. ¡Vaya si lo consiguió! Han pasado 20 años y todavía hablamos de él. Renault Sport siempre ha tenido un halo de deportividad y conexión con el público más fiel al motorsport. Toda una demostración de poderío.
Hace poco leí un artículo sobre el motor Isuzu F1, me encantan estas creaciones tipo “a ver hasta donde somos capaces de llegar”, tal como has finalizado el artículo, demostrando poderío.
Pena que la situación actual del sector y de la economía mundial no esté para estas “locuras”.
Quizá una normativa de competición (WRC, WTCC, DTM…) en la que fuese necesario comercializar un determinado número de unidades para su homologación, podría ser un reclamo publicitario acertado. Volver a ver un 205 T16, un Lancia 037 homologado para circular por vía pública sería digno de admiración. ¿Os imagináis un C-Elysee supermusculado? A día de hoy, yo tampoco…